SALVADOR PLIEGO
MADRE
Madre,
El aire que ventea
Esculpe en tu mejilla los recuerdos
Y tus lágrimas acarician el alma de tus hijos.
Tu frente Madre:
El sol en su callado giro la besa
Y el atardecer descansa mirándote
Cual gotas escondidas de las nubes.
Madre, te llevaste el corazón del fuego
Y repartiste besos de tus ojos,
De tus manos, de tus labios.
Te quedaste eternamente acogida
Al amor del pájaro,
A su deliberada entrega,
A su añorado nido,
Y sin saberlo,
El alma te llevó a la montaña
A recoger el fruto, a cosechar su entrega.
Compartiste la desinteresada abnegación
De los campos
Y entre flores quedaste a veces
Desconsolada y afligida,
Y aún así derramaste de golpe
El ansia, el temor y las caricias.
Tu corazón bendijo las memorias
Del juguete cuando niño,
Del tambor de trigo nacido de los paños,
De las canicas imparables,
De las carreras en los llanos y en tus brazos.
Y de adulto, tu frente Madre,
Me bendijo con los besos de la tarde
Y me amarró a la vida,
A su infinito sacrificio,
Al despertar diario y seductor del porvenir,
Al amor del pájaro y sus alas,
A la entrega total
Y a tu beso en mi frente y de tu frente;
Al amor diario que involucra y que se enreda
Y a su sol que me levanta con sus alas.