PEDRO ARTURO ESTRADA
OTRA FIESTA
Dónde entonces la verdadera fiesta
si estos sones groseros no son la música amada,
si el estruendo y los gritos rompiendo la noche
sólo remedan en vano cierta alegría perdida para siempre.
En qué pequeño rincón del mundo y entre cuáles gentes
se esconde, danza y ríe el espléndido dios de los felices.
Porque ahora, sólo calles abarrotadas,
tumulto y baratijas, disfrazan el vacío
y hacen aún más sucia la vida.
Muertos rituales, abobadas palabras de ocasión
reavivan la terrible nostalgia de lo que un día fue la gran fiesta del mundo,
la plenitud del goce, del amor y de la vida.
Exiliados del reino de la dicha
—que oscuramente recordamos—
sus lejanos brillos, sus ecos, sus vestigios nos obseden,
y entre fanfarrias huecas y chillidos simiescos,
intentamos recobrar esa luz primigenia,
esa danza ebria y el fuego original ya extintos.
Dónde entonces la fiesta
si hoy nada más soportamos este furioso bataneo,
esta insomne algazara de idiotas destrozando sin pausa
los últimos reductos del silencio.