CARLOS ALBERTO VALLE SÁNCHEZ
 
Un Canto a la Vida y al Amor
 
     
 
 
 
 
   
 
 
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GAMÍN Y CALLE

Que dura que es la vida cuando no existe nada,
Y más aún cuando una mente afiebrada,
Piensa en un mañana incierto y triste,
Como un ave comiendo sólo alpiste
Con su pico frío y su carita ajada.

Y en la sumatoria de ruidos formando sinfonía
Y de repente y acabando su alegría,
Llega diciembre con ruidos y tambores,
A matar su vida y a matar sus amores,
Y en una noche de luna llena, llega su agonía.

Y desde lejos y a la distancia pronta
Se oyen ruidos difusos y otros que montan,
En la rueda de chicago y en los carros chocones,
Y aunque sienten miedos y temores
Los hacen a un lado y lo afrontan.
.
Pero hay otros con dolor triste y cruel
Que solo anhelan que venga Luzbel,
Que siempre viene buscando almas que viven en la nada,
Que con su gran dolor y pena agigantada,
Les importa un bledo que llegue el engendro aquel.

Entre ellos uno que moría en sacrificio,
En gran soledad y en gran suplicio,
Con tortura cruel y gran melancolía.
Le aterraba no saber donde llegaría,
Si a un celeste encuentro, o tal vez,
A un profundo precipicio.

Y la caterva de niños no entendía,
Que acompañando el cuerpo desolado en agonía,
Nada podían hacer por su parcero y hermano
Que en vida fue un bacano
Pero que ahora pronto moriría.

Entre ellos había. Harapientos y otros sin camisas,

 

 

Con miedo y con ojos de temor pero sin prisa, rodeaban el cuerpo en fúnebre silencio,
Y sólo yo digo, lo que aquí sentencio,
Lo triste de la vida, cuando algo se vuelve trizas.

Otros pipones, pálidos y pelos de pita,
Desorientados y sin saber qué hacer, pero una llamita,
Se fue encendiendo en sus cerebros sin neuronas,
Les dio por rezar por aquel que abandonan
Los que tienen plata, pero alma marchita.

También había unos con pedazos de pan atravesados en la boca
Que les causan náuseas y trasbocan
Porque no tienen cultura y quien les de la mano
Que les den abrazos y amor de hermanos,
Para que no tengan esta vida, cruel y loca.

Y ellos enmarcados en aquel cuadro de tormento,
Con su ñero tirado en el piso, sucio y polvoriento
No atinaban que hacer, si cogerlo o jalarlo
O con sus mantas de periódico arroparlo
Para que no sintiera frío por el viento.

Todo esto pasaba  en el tiempo y en sus mentes,
Pues esto era como cosa de locos o dementes,
Con el pelo y alzadas las cejas
Con dolor en el alma, pero sin ninguna queja,
Veían que otros pasaban tranquilos…Y felizmente.

No es pecado tener plata ni tener felicidad,
Y de tener sueños eso es una realidad
Y de ver el universo lleno de estrellas
Y de conquistar mujeres ricas y bellas,
Pero lo que sí es pecado es no tener caridad.

Es que para aquellos sufrir eso era como respirar,
Ni tampoco sería raro verlos raponar,
Pero que más pueden hacer si nosotros les negamos,
Darles una ayuda o darles la mano,
Para que así ellos algún día, puedan olvidar.