ANA FRANCISCA RODAS IGLESIAS
ANCLAJE
Para que se desaten batallas,
no hacen falta dos mundos
basta enfrascarse con los silencios
arremeter contra un recuerdo
descoser heridas
deshipotecar la inocencia.
Llueve,
mientras los pájaros refugian la esperanza
(del qué, del cuándo),
ignoran que ella expía tras la ventana
sus múltiples aleteos dormidos
de embarcadero sin naves.
Aferrada
al astro que despierta escotillas tras un barandal
del semanario
la procesión diaria
un
dos
tres
la madera duplica los bolsillos cargados de nácar
quizás para mantener despierta la ilusión
fugada en globos
al infinito