EPIFANIO MEJÍA
EN LA MUERTE DE BASILISO TIRADO
A mi distinguida amiga la señora Cupertina Tirado de P.
Que diga dó estás,
oh madre amada!
ni una cruz, ni una tumba,
nada, nada,
ni un fúnebre ciprés.
Basiliso Tirado.
Vamos, amiga, a la lejana cumbre
donde se miran de Quibdo los campos,
allí mi lira llorará al amigo,
tus negros ojos al perdido hermano.
Cuando la tarde moribunda brille,
de la montaña bajaremos ambos
y por las calles de Quibdo entraremos
solos y tristes y en silencio andando.
A la primera de cabellos rubios
niña inocente que al pasar veamos,
le rogaremos que nos diga en dónde
queda del pueblo el cementerio santo.
Ella, tal vez a compasión movida,
pondrá una mano entre tu blanca mano,
y con la otra señalando siempre,
guiará tus lentos y mis lentos pasos.