CARLOS ALBERTO VALLE SÁNCHEZ
 
Un Canto a la Vida y al Amor
 
     
 
 
 
 
   
 
 
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¡OH PATRIA MIA!

Oh patria sofocada,
ensangrentada y débil,
llegas a mi morada,
en el columpio de mi alma,
abrigada, desesperada y sucia por lagrimas negras,
negras de violencia empolvada.
Mis ojos hartos de oír quejidos de guerreras manos,
desanimadas, sin cielos, llenos de recelo,
prefieren salir de este encierro,
jaula putrefacta que ata miles de sentidos,
el valor, orgullo, se vuelven añicos en medio de desvelos.
Poder mostrado en colmados de voces,
chillidos que reaccionan a la percepción,
dispuestos a lanzarse a la libertad,
con la confianza de salir invictos en la batalla del olvido.
Corren, luz a cuestas, en un suspiro,
para mitigar el dolor efímero de valientes espíritus,
ronquidos acuáticos regresan en el brío,
anuncio de fantasmas, inquilinos del piso –subterráneo infernal o celeste angelical-
según sus destinos bandidos les tengan sugeridos en el libro de querellas y delitos.
Vida en fornicación continúa con el futuro promiscuo y sombrío,
huérfanos aparecen en el osado tiempo y espacio,
vacíos corazones y ataúdes llenos de cadáveres malolientes,
viudas, padres y hermanos que se golpean por el desterrado, ya ausente,
gobiernos que callan y abusan de la desquiciada pobreza,
predilección entre vándalos que ametrallan a carnes puras
y sangrientos políticos de sangre azul y mirada perversa.
En un grito sin sonido ni eco, se aclama el cambio,
-abrupto o lento en el camino de los patriarcas del narcotráfico-
y en la lucha de un país sin océanos, ni ríos, ni lagos, ni bosques
-seco de aflicción por cada habitante damnificado-
se pide, en lo frecuente, el derrumbar de pirámides artificiales,
jerarquías que agobian a los más torturados,
con cadenas perpetuas de años,
con esclavitud que reprime, aún, a los americanos,
obligando a callar lo que un pueblo sufre,
negando la violencia que existe en nuestro medio cruel, a veces inhumano.
Fuertes y unidos,
- en corazón, alma, razón y ser-
hay que combatir tanta injusticia,
tantas caras largas que vemos en un mismo amanecer,
desterremos el lamento que ha de desaparecer,
¡Vamos hacia una Colombia digna de merecer!