JORGE ROBLEDO ORTÍZ
ROSITA LA COLEGIALA
Catorce lunas de mayo
Ha visto la colegiala.
Una preciosa chiquilla
Que tiene cerca del alma
Dos grandes ojazos negros
La piel fresca como el agua,
Y unos labios donde sabe
La vida a pura melasa.
Las trenzas son un poquito
Mas negras que una celada
A las doce de la noche
En plena selva chocoana.
De los dientes ni se diga.
Todos saben en la casa,
Que son granitos de arroz
Forrados en porcelana
Le están naciendo los pechos
Al límite de la infancia.
Tiene el corazón pequeño
Como un cascabel de plata.
Y en las puntas de los dedos
Que pellizcan la mañana,
Tiene para su defensa
Diez barberitas de nácar.
Es hija de don Ricardo,
El dueño de la Esmeralda.
Un capitán retirado
Que un día cerca del cauca,
Al frente de dos mil hombres
Que a cuatro mil atacaban,
Su brazo de capitán
Cambió por una medalla.
La niña nació en la finca,
Su cuna fue la montaña,
Tuvo de almohada la luna
Y la arrulló la quebrada;
Para ella los cuatro puntos
Cardinales limitaban
Con mortiños, sietecueros,
Arrayanes y naranjas.
Su risa maduró niña
En los racimos del alba.
Sobre su voz campesina
Florecían las campanas
Y el crepúsculo de seda
Diluido en rojo y ámbar,
Navegaba por el río
Casi azul de su balaca.
Su nombre: Rosa María,
Rosita de la esmeralda,
La hija de don Ricardo,
La que espigó en la montaña,
La que el sol de los venados
Vio reflejado en las hachas
Que al hombro de los labriegos
Son un paisaje a la espalda.
Cuando cumplió catorce años,
Y muy bien recomendada,
Don Ricardo la mandó
A recibir enseñanza;
Empezó a estudiar francés,
Religión y matemáticas,
le hablaron de siete mares
y de una raíz cuadrada.
Rosita era inteligente
-Lo decían las hermanas-
solo una cosa no pudo aprender
aunque estudiaba:
¡la maldita ortografía!
Ese embeleco que mata
Lo que uno quiere decir
Cuando se escribe una carta.
Noches de insomnio y tristeza.
Horas de desesperanza.
Páginas de Marroquín
Que señalaba con lágrimas.
Siempre el esfuerzo infructuoso,
Siempre inútil su constancia
Y siempre un cero oscilando
Como un grillete en el alma.
No sufras, dulce chiquilla,
No te aflijas, colegiala.
La ortografía es mentira
Lo dice la vida diaria.
Cuando te llegue el amor
Comprenderás, verbi gratia
Que beso con v chiquita
Es igual que con b larga.