CARLOS ALBERTO VALLE SÁNCHEZ
 
Un Canto a la Vida y al Amor
 
     
 
 
 
 
   
 
 
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POEMAS ORIENTALES

Gu ti shi para el maestro Li-Bai

«Caminando debajo de los cielos
zigzaguean mis pasos en amarillas azucenas
el resplandor de la luna cae ahora preciso en tu pálido rostro
Y levanto la cabeza pues acompañado de ti, Li bai, he olvidado mis penas».

Gu ti shi sobre el sendero de plata en el crepúsculo

Pequeña mía, me preguntas ¿por qué es que vivo rodeado de murallas?
Y atenuando mi amargura —milenaria— te respondo sin mover los labios:
«Los círculos de fuego, ¡hermosa ninfa!,
destruyen los bosques para ser sabios».

Yuefu para el inmortal desterrado

«Bebo acompañado solo de tus versos, venerable Li-Tai-Po,
porque sé que con el vino me llevarás contigo ante los dioses
aunque sólo sea un hombre sin sombra y sin reflejo de la luna en mi copa
pues tú sabio anacoreta con tu lira me conduces más allá de los montes
al final de los inviernos»

Sijo del amor

Una gota de lluvia, cae en tu nariz., transparente como el cuarzo
y se diluye tenue en la comisura de tus labios
¡Beatrice! Tú iluminas de arco iris mis párpados!

Sijo del viaje

Me detengo a contemplar el reflejo del sol en el océano.
¿Creeré aún en el señor de los espejos?
¡Avanza! ¡Por la ruta del dragón!
que atraviesa como línea dorada las aguas


Hyangga de la sabiduría

En el sendero de la iluminación
tu verbo se extendió como caballo lila
en el poniente
sin despedirte
tu sangre tiñó de escarlata
el bouquet unívoco de mis palabras
aunque varios otoños han pasado desde entonces
Mis pupilas aún se mantienen brillosas.
¡Poesía!, tu voz aún repica en mi memoria.