CARLOS ALBERTO VALLE SÁNCHEZ
 
Un Canto a la Vida y al Amor
 
     
 
 
 
 
   
 
 
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POR LA CRIA DE ANTONIO CAVAS

¡Oiga!
Si, a usté lo he llamado
porque supe que usté iba a irse mijo.
Yo corrijo su rumbo, y es natural
si tiene gusto a sangre en la boca
lo comprendo.

Al hombre más curtido se le hace
ñudo entre el facón los dedos,
cuando le llevan la mujer querida
y lo dejan vacío por dentro.

¿Pero a qué continuar?
a qué continuar si yo le escucho
galopar su pensamiento
y al tiempo que le pido que se quede
uste muenta a caballo y hasta luego
¡vallase! vallase pa onde quiera
que yo me quedo a vigilar mis nietos.

está bien que ellos mañana o pasado
puedan sentir el amparo de su abuelo
pero no es lo mesmo.
no es lo mesmo malcriarse en mis resongos
de que saquen enseñanza de su ejemplo.
además, si los deja
aunque usté no quiera
siempre serán unos pobrecitos que andan
pegados al chiripa de un viejo.

pero ¿a qué continuar?
a qué continuar si yo le escucho
galopar su pensamiento
y al tiempo que le pido que se quede
uste muenta a caballo y hasta luego
¡vallase! vallase pa onde quiera
vallase a saciar en sangre sus deseos.

Pero oiga mijo,
como el viaje es algo largo
es necesario que cavemos sobre la sepultura de su madre.
Hay que cambiarle pa otro lado los hueso a la pobre finada.
Se le están viniendo encima los caminos
y cuantito descuidemos, le echan la cruz abajo
de tanto golpear contra ella los troperos.

Allí tiene una pala
¡sacúdale duro y parejo!
que yo ya estoy viejo y bichoco
pa estas faenas.
y pensar…
y pensar mijo que llevo treinta años,
treinta años al costado de esta osamenta
que ha sido mi martirio y mi consuelo

¿cómo dice? ¿qué está muy dura la tierra?
¿qué parece que nunca fuera removida?
¡¿y no le estoy diciendo que son como treinta años
que hice esta zanja pa enterrar mi sueño?!

¡hunda! hunda la pala por ahi
por donde asome ese pedazo de cuero
¡tuerza, levante!
no se me ahogue en miedo.
que un hombre tan solo se marea a la hora
que se está muriendo.
está asustado porque ha visto que ha sacado
un cajón que no es de muerto.

déjeme abrir la tapa, que al abrirla
van a volar treinta años de misterio…
allí tiene: la bata florecida que perfumó mi vida,
el pañuelo, la cinta azul del velo, los zapatos puntiados,
las medias blancas que le compré en el pueblo
¡y aquel!...aquel…aquel montón de hilachas
carcomidas por el tiempo,
la poyera punzó que usó pa su casamiento.

¡este… este mijo,
es el cadáver que he velado treinta años!
treinta años en silencio
pa que ninguno nunca
pudiera marcarlo con el dedo
ni refrescarle con el barro la vergüenza
que tuvo Fredencia de nacimiento.

Su madre…aunque le duela
su madre…igual que ahora su mujer se fue con otro
y al primer momento decidí lo que usté,
de ir a cobrarme la deuda,
cuchillo a cuchillo

¿pero para qué? ¿para qué?
si allá en el rancho
abandonado quedaba mi pobre hijo durmiendo,
un inocente,
un inocente que al final de cuentas iba pagar
pagar lo que yo había hecho.

me mordí desesperado las manos
envainé mi cuchillo, y enterré silencioso estos despojos.
y me dispuse a continuar viviendo
sonriendo por fuera
pero con la muerte…con la muerte adentro
pa que usté
pa que usté mijo
se criara limpio en hombre
trabajador… y honrado de pensamiento.
ahora, ya me puedo morir tranquilo
queda usté con el secreto pa que diga algún día
si ha servido di algo, tanto sufrimiento.

Saque esa cruz
¡¿qué saque esa cruz le ordeno?!
empareje el terreno ¡y vallase!
vallase pa onde quiera
que yo me quedo a vigilar mis nietos

¿cómo?
Huye pa su rancho
se ha echado sobre los ojos el sombrero
¡va llorando!
¡no importa mijo!
no importa que padezca
yo lo hice por usté
y usté sufra por ello.

gracias tata Dios, gracias señor
por fin comprendo,
por fin comprendo por qué me heriste
en la mitá del pecho.
las penas que sufrí
resultan chicas y las comparo con el bien que han hecho
te ensañaste con un pobre gaucho
para que tú y todo este mal
fuese la dicha de un abuelo.