JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
            
            NOTAS PERDIDAS 
              
              I 
                Es media noche. –Duerme el mundo ahora 
                bajo el ala de niebla del   silencio 
                vagos rayos de luna 
                y el fulgor incierto 
                de lámpara velada 
                alumbran su aposento. 
                En las teclas del piano 
                vagan aún sus   marfilinos dedos, 
                errante la mirada 
                dice algo que no alcanza el   pensamiento. 
                ¡Cómo perfuma el aire el blanco ramo 
                marchito en el   florero, 
                cuán suave es el suspiro 
                que vaga entre sus labios   entreabiertos! 
                
                ¡Adriana! ¡Adriana! de tan dulces horas 
                guardarán el secreto 
                tu   estancia, el rayo de la luna, el vago 
                ruïdo de tus besos, 
                la noche   silenciosa, 
              y en mi alma el recuerdo!...
              
              II
              Si en vosotras algún día 
                se fijan sus ojos bellos, 
¡pobres estrofas! habladle 
con rumor suäve y ledo 
como notas de una   música 
que oímos ha mucho tiempo, 
y que impregnada de aromas 
torna   en las alas del viento. 
Alzada cual leve brisa 
besad sus blondos   cabellos 
y penetrad en su alma 
y en los espacios perdeos 
como en la   santa capilla 
las espirales de incienso!... 
              
              III 
                Como recuerdo de su amor sincero, 
                recuerdo dulce y   único 
                de aquel amor suave y melancólico 
                cual la luz del crepúsculo, 
                guardo en un cofrecito plateado 
                unas rosas de musgo 
                las contemplo en   mis horas de alegría, 
                las beso cuando sufro, 
¡aún guardan el perfume   penetrante 
                de los cabellos suyos! 
                
                Cuando   bajo la tierra muda y fría 
                duerma, lejos del mundo, 
                cuando el ramaje de   movible sauce 
                cobije mi sepulcro, 
                sobre la piedra que mis restos vele 
                poned el ramo mustio! 
  
                
                IV 
                La noche en que al dulce beso 
                del amor, se abrió su   alma 
                caminando lentamente 
                iba, en mi brazo apoyada. 
                No había luna.   Las estrellas 
                vertían su luz escasa, 
                y sobre el cielo profundo 
                nuestros ojos contemplaban 
                como una bruma ligera, 
                la brillante vía   láctea, 
                suspiró. Con voz muy queda 
                dime, le dije, ¡te cansas! 
                alzó   la hermosa cabeza, 
                se iluminó su mirada 
                y murmuró. Mira dicen 
                que es   grande, inmensa la vaga 
                bruma que brilla a lo lejos 
                como una niebla de   plata, 
                que la forman otros mundos 
                que están a inmensa distancia, 
                que   la luz solar invierte 
                siglos en atravesarla, 
                y si Dios quisiera un día 
                a ti y a mí darnos alas 
                esa distancia infinita 
                feliz, contigo   cruzara! 
                Bajo la noble cabeza 
                desvió la viva mirada 
                y dijo paso –de   nuevo 
              me preguntabas "te cansas"! 
              
              V 
¡Pobre! junto del hombre aquel, su vida 
                fue como un   rayo del estivo sol, 
                que se pierde en un caos de neblinas 
                sin forma ni   color. 
                
                Las veces en que, en horas de tristeza, 
                las sombras de otros tiempos   evocó 
                y el recuerdo feliz y sonriente 
                de su primer amor, 
                las veces   en que al beso de la pena 
                quizá lanzó un ¡ay! y murmuró 
                cabe la cuna del   dormido niño 
                una dulce canción, 
                las veces en que en luchas interiores 
                del sentimiento el grito sofocó 
                como el [humilde] aroma de las rosas 
                lo sabe sólo Dios! 
                 
                VI 
                Encontrarás poesía 
                dijo entonces,   sonrïendo 
                en el recinto sagrado 
                de los cristianos templos, 
                en los   lugares que nunca 
                humanos pies recorrieron, 
                en los bosques seculares 
                donde se oculta el silencio, 
                en los murmullos sonoros 
                de las ondas y   del viento, 
                en la voz de los follajes 
                del amor en los recuerdos, 
                de   las niñas de quince años 
                en los blancos aposentos, 
                en las tristezas   profundas 
                como el Cristo 
                en las noches estrelladas, 
                ...jamás en los   malos versos! 
                  
                VII 
                Como tú sobre la dura 
                roca nativa, parásita 
                también he visto en la vida 
                sobre las rocas más áridas 
                criaturas   tristes y buenas 
              embellecer... 
              
              VIII 
                ¡La visteis! dulce y serena 
                su faz retrata su calma 
                y aunque de visiones llena 
                aún está virgen su alma. 
                Tiene la piel   suave y pura 
                cual las hojas de las lilas, 
                ensueños de honda ternura 
                rebosan en sus pupilas. 
                Pequeño y la forma arqueada 
                el pie nervioso   y breve 
                y pálida y hoyuelada 
                la blanca mano de nieve. 
                La mirada   traviesa 
                con lumbre vívida brilla 
                bajo de la blonda espesa 
                de la   española mantilla. 
                Y al meditar en sus besos 
                perdiéndose en sus miradas 
                se sueñan locos excesos 
                de frescas carnes rosada[s]. 
                Su alegre   estancia risueña 
                medio-templo, medio-nido, 
                conversa al alma que sueña 
                con un lenguaje escondido. 
                Hacia sus grandes ventanas 
                que velan   leves cortinas 
                tienden las oscuras ramas 
                las madreselvas vecinas. 
                De   noche mis pensamientos 
                allí van –ruido importuno 
                en las alas de los   vientos 
                con los rayos de la luna. 
                Y al penetrar, a la mesa 
                vuelan   –do lee o delira- 
                o hacia el Cristo al cual le reza, 
                o al espejo do se   mira. 
                Y cual una visión vana 
                que evaporándose crece 
                se salen por la   ventana 
              cuando la aurora amanece! 
              
              IX 
                Bajad a la pobre niña, 
                bajadla con mano trémula, 
                y con cuidadoso esmero 
                entre la fosa ponedla 
                y arrojad sobre su   tumba 
                frías puñadas de tierra! 
                Aún sobre sus labios rojos 
                la sonrisa   postrimera, 
                tan joven y tan hermosa 
                y descansa helada, yerta, 
                y está   marchito el tesoro 
                de su dulce adolescencia! 
                Bajad a la pobre niña, 
                ¡bajadla con mano trémula 
                y con cuidadoso esmero 
                entre la fosa   ponedla 
                y arrojad sobre su tumba 
                frías puñadas de tierra! 
                Cavad   ahora otra fosa, 
                cavadla con mano trémula, 
                de la sonrïente niña 
                del   triste sepulcro cerca, 
                para que lejos del mundo 
                su sueño postrero   duerman 
                mis recuerdos de cariño 
                y mis memorias más tiernas. 
              Bajadlos   desde mi älma