CARLOS ALBERTO VALLE SÁNCHEZ
 
Un Canto a la Vida y al Amor
 
     
 
 
 
 
   
 
 
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EN EL JARDIN ZOOLOGICO

Con nostalgia de víctimas, la boca,
Y nostalgia de selva, la mirada,
Con la febril excitación del preso
Que su perdida libertad reclama,
En incesante batallar se agita
En su estrecho cubil la tigre hircana.
Nerviosa corre en torno de la reja,
Sacude y muerde las seguras barras,
Y el eco sordo de feroz rugido
Agita el aire de la estrecha jaula.
De su cubil en el rincón más hondo,
La cola tiende, las orejas para,
La piel repliega, la cerviz recoge,
Y como flecha, por el aire salta.
Recibe el choque, por el suelo rueda,
Tiembla la reja de seguras barras,
Pero la fiera se incorpora, gira
Y otra vez ruge, se repliega y salta.

Del ya naciente sol de primavera
Un tibio rayo penetró en la jaula,
Y en tanto un viento perfumado y fresco
Que en los barrotes, al entrar, silbaba,
Llegó hasta el fondo de la jaula estrecha
Y acarició la fiera aprisionada.
Algo como una turba de recuerdos
Debió sentir y ver en esa ráfaga;
Algo como la arena del desierto.
Algo como las hojas de las palmas,
Algo como los ecos de los bosques.
Algo como perfume de montaña;
Porque se echó donde el reflejo tibio
Del sol de primavera penetraba.
Y abrió los ojos al azul del cielo
Y abrió el pulmón a las tranquilas auras;.
Tendió el hocico entre sus fuertes brazos,.
Batió la cola y escondió las garras,
Nubló su frente sombra de tristeza.
Rugió un gemido su feroz garganta,
Y apareció una lágrima luciente
En la pupila de la tigre hircana.