Entre  valles y riscos, caños y tragadales,
Pendientes  cuestas con abismos infernales
Alegres  marchan los cabalgantes
En  la inefable búsqueda de una ilusión
Que  desdibuje la salvaje realidad.
              Somos  orates jinetes cabalgando
                Al  lomo de nuestros sutiles sueños,
                En  locos desandares de caminos
                Sendas  sinuosas donde la ilusión
                Y  la fraternidad pulula en hermandad.
              Fundidos  por candente estrella, en armonía
                Se  Recorren y se estampan sendas de paz,
                Y  desteñidos por la torrencial tormenta
                Lavase  los corazones y olvidase los rencores
                Todos  al unísono en amor y en hermandad.
              Vemos  entre nostalgias caminos perdidos
                Labrados  entre sudores, perlas del mar;
                Viejas  casas que lloran sus años venturosos
                Y  enmohecidos  trastos huellas en el tiempo
                Lagrimas  de deudos que jamás volverán.
              La  naturaleza cual sirviente ofrece pleitesía
                Y  de selvas entretejidas por lianas medusinas,
                Vistosas  florecillas se abren al lento pasar
                Y  al sonar de los cascos esquivas mariposas
                Levantan  armonioso vuelo aportando su pagar.
              Perdidos  y grandiosos tesoros se rescatan a la vista,
                Engalanando  el paisaje, Del transeúnte en su andar,
                Y  maravillados al sonar de cascos repica en su cantar
                Aquellas  bellas canciones que moldearon el crecer
                Y  hoy se volvieron filosofía para y el buen vivir.
              Sonoro  repertorio rompe el silencio de los caminos;
                Vuelan  aves por doquier ante los imprevistos visitantes,
                Y  se entre asoman asustadizos curiosos animalillos;
                Que  corren cual gacelas ante tan espeluznante asalto,
                Y  desde la distancia observan la invasión a reinante.
              Coqueteos  angelinos se reciben de la naturaleza,
                Enormes  anturios negros saludan con su palma,
                Pétalo  abierto azabache nacarado dorado por el sol;
                Símbolo  de fértil sexualidad con tan flamante espádice
                Y  Presto a defender a tan refulgente y delicada espata
              De  alejadas casitas en cancel y perdidas en el horizonte
                Sencillas  y amorosas campesinas enajenan su sustento
                Y  ante el asombro exquisitas viandas pululan en la mesa,
                Y  prestos, en los corredores y patios se riega la peonada,
                Sacian  el hambre, relaja el cuerpo,  se descansa  la mulada
              Se  escucha historias… los abusos en nuestros campos,
                Las  penurias de los abuelos y los ultrajes a su linaje.
                La  desolación reinante y los estragos del ultraje,
                Por  esa guerra cruel entre guerrilla y paramilitares.
              Lagrimas  de dolor corren por mejillas sonrosadas,
                Mejillas  de campesina buena que imploro en vano
                La  cruel masacre del esposo y del hijo a sus pies,
                Lagrimas…  si, Lagrimas de dolor y de campesina
                Cuando  imploro no violasen la hija ante sus ojos.
              Lagrimas  no de dolor, lágrimas, puñales de terror
                Calcinaron  nuestros campos, cúmulos tristezas…
                Y  en espera de que en no vano mueran en el olvido,
                Es  amargo escuchar las historias de los campesinos,
                Atropellados  vilmente en la soledad del campo.
              Con  inocentes sonrisas, amargas en medio del dolor,
                Hace  Cambio a la conversación y mira con nobleza,
                Dando  gracias a Dios que años después la esperanza
                Asome  a su puerta viendo un regimiento de turistas
                Cabalgando  por la brecha y se dignen pasar a la mesa.
              Se  esfuman las horas al calor de un  hogar  campesino,
                Y  entre nostalgias llega el tiempo de la dura partida;
                La  mayor visita en muchos años, de buena intención;
                En  otrora ver venir tantas personas se temía por la vida, 
                Y  hoy entre lágrimas de alegría es otra la despedida.
              Viejos  puentes en madera atraviesan torrentosos ríos
                Hoy  monumentos vivientes a la emblemática arriería,
                Cuantas  historias dejadas atrás, tan lejanas, lejanas…
                Como  el tiempo que apaga lentamente su existir,
                Culmina  el extenuante devenir por sendas del olvido.
              En  un nuevo mañana al despuntar los rayos del sol 
                Otra  historia nos espera, cabalgaremos nuevamente,
                Para  no dejar morir las historias de nuestros abuelos,
                Y  las nostálgicas trochas de antaño están pérdidas,
                Enmohecidas  en el recuerdo abandonado de los arrieros…